viernes, 10 de septiembre de 2010

Envío internacional < 20g (0'75)



(...) Y todo, todo lo que sucede en este instante en cada una de las calles de París, su inmensidad en los cuerpos, en los carros de la compra, en los semáforos, en los teléfonos sonando en oficinas desiertas. La escena de París, el teatro más real que el teatro mismo, las bambalinas y los focos desde la Chapelle hasta el 16ème, de Trocadéro a los coches ardientes de Saint-Denis; desde el viejo mercado rebosante de Les Halles construido sobre huesos al monstruo no nacido de Les Halles, amenazando siempre con escupir el cristal hacia el Sena, sus bolsos de plástico, sus móviles robados; desde el mármol muerto del Panthéon hasta la basura viva del 20ème; desde los felices revolucionarios gauche caviar hasta los violentos mansos del PC. Y yo, en medio de todo esto, rozando esa inmensidad junto a la rue Lépic, alimentando al monstruo, al alma sanadora de París, esta ciudad del pasado y del instante, esta ciudad que empieza a conocer mi olor, que aún no me muerde. Esta ciudad, como diría Cortázar, de Magma y de Ovillos. Parafraseando mal a Virginia, al lobo de Virginia y a sus rocas: "la vida, París, este momento de septiembre". (...)




4 comentarios:

Januman dijo...

Vaya, exquisito blog, vorágine de recuerdos de un París en la memoria. Nos leemos

i dijo...

Me encanta cómo vas haciéndote a la ciudad. Y pensarte en novela, da igual cuándo, pudiendo contar París porque realmente te lo sabes.

Clara dijo...

Gracias, Januman (y perdona si la tardanza en darlas parece desmerecerlas, en absoluto, gracias de verdad por leer y por tomarte tiempo, nos seguimos).

Irene, París es inabarcable. De verdad. Escapa a cualquier cerebro humano, París es enorme, es un animal gigantesco, extrañísimo. Tienes que conocerlo (o conocerla, depende del día).

Kikomor dijo...

Cuando te leo en París no viajo lejos, sino hacia dentro. Vamos, que enrealidad cuando te leo en París viajo muy lejos.