Puedo olerte en este laberinto.
Sé que ahora estás
lamiendo el blanco de tu habitación
quebrando el aluminio en la ventana.
Y puedo oler tu furia
las calles que estallan a tu paso
esa tristeza áspera que vistes
los cuerpos que destrozas
sonriendo.
Hice bien en cerrarte las puertas de mi casa.
Nada crece ante ti.
Tan sólo el laberinto
las hiedras que devoran
el hilo de Ariadna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario