lunes, 5 de julio de 2010

El loco




- Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo...

La piel blanca del tierno joven blanco se funde contra el blanco purísimo del lienzo. En su mano izquierda sostiene una paletina del 20. Mantiene la derecha elevada por encima del hombro, el dedo índice y corazón extendidos, los demás ligeramente plegados en su palma. Mateo, el primero, el ángel, esperando a que el Mundo hable por su boca.

José alarga su mano más allá de las sábanas. A tientas da con el botón de play, que pulsa suavemente, y la música eléctrica rompe la luz grisácea de la calle. Suspira aún contra la almohada y canta, como bajo el agua, con una voz aguda de niñita. Do you don’t you want me to love you. Mateo sigue en pie ante su lienzo, inmóvil, mientras José se retuerce al ritmo de la música sobre el colchón barato.

- Quiero un cigarro. No nos queda tabaco, después de lo de ayer. Hay que bajar, Mateo, ¿quieres que baje?

Mateo, como única respuesta, sumerge las cerdas del pincel en el óleo negro y vuelve a levantarlo, como una lanza. La pintura comienza a deslizarse por su brazo, una sombra sobre la carne clara.

- Si estás pensando en anoche, no les hagas caso. Tú tienes más talento. Te tienen envidia, es eso. La exposición les ha jodido bien. Han visto que la tienen más pequeña que tú... ¡Putas!

Y suelta una carcajada, una sola, que flota brevemente sobre el cuarto. Luego se levanta, ágil, y pasea su desnudez oscura sorteando telas, bastidores, tarros con agua y disolvente (aquel olor a química pesada una noche en la que ya se había terminado todo), manchas de carbón, periódicos antiguos, colillas, ropa sucia. Llega hasta la espalda de Mateo, radiante junto a la ventana, se detiene y le abraza ferozmente, a zarpazos, un genio, eres un genio, rubio, lo sabes, al oído del cuerpo marmóreo de Mateo. La mano derecha abandona su santísimo gesto para apartar las caderas de José, el Justo, José el sirviente, la carne de José abandonada por su todopoderoso-Dios-hecho-carne, el cuerpo de José mediterráneamente pobre, tostado por el sol sucio del sur. I’m coming down fast but I’m miles above you.

- Esta es la peor ciudad de todas. Mira qué niebla, mira los edificios. Y las sirenas de los barcos, y los niños de Rachel llorando todo el puto día. ¡Aquí nadie ve ni oye! Pero - levanta un dedo en signo de advertencia - creo que aún queda popper. - Y suelta otra carcajada carnal que llena el aire.

A los pies de Mateo, sobre la madera vieja del piso, el muchacho del sur respira el líquido (esa breve sensación acuática, algo como nadar en un lago azul de Escandinavia). El brazo cimbreante ofrece el frasco y Mateo, el primero, el ángel, posa su mano santa sobre la cabeza rizada de José. Mientras, con la otra, traza una línea negra iluminada sobre el lienzo, un grito rompiendo la quietud de los canales, un barco naciendo en medio de la bruma.





No hay comentarios: