viernes, 2 de septiembre de 2011

etimologías


Del latín ilustre,
decía el marco sobre la cabecera de la cama.
Translúcida era obvio.
La sangre dejó su propio peso dulce,
no no onomatopéyico como gotas de agua
horadando la piedra.

Más tarde me impusieron la ciudad,
me arrancaron la tierra
todos los cuerpos excepto el tuyo
y yo abracé el bautismo.
Cuando hablaban de vísceras
veía
los peces recién muertos manchando de rojo el fregadero.

Después me vi dormir sobre mi nombre.
Me despertó la luz
El desconcierto del brazo, del reloj.







2 comentarios:

Margarita Morales dijo...

¡Qué bueno, Clara! Es genial enteramente, en especial el final...

Besos.

i dijo...

y yo, y yo