Soy las lunas quebradas de los coches
que habitan los suburbios
la ira sorda que atraviesa el cristal
que prende el fuego
yo soy la gasolina que empapa el alquitrán
los niños que ven la calle arder desde sus camas
la sombra que les mece
las manos que levantan sus cuerpos en la noche
para darles a tientas el alimento santo
soy el grito metálico que cruza sus entrañas
y el olor acre que recorre los túneles
y el sudor que comparten bajo el suelo
mi suelo
el sudor que comparto bajo mí
su carne su tacto puro su calor su muerte lenta
yo agoto sus pulmones
soy
el pez que se agita soy la sed
soy la herida en el costado del monstruo subterráneo
y soy la sangre que corre y se dispersa
como insectos
por los hombros oscuros
soy la herida
el arma está en mis manos
y atravieso la noche
y atravieso los gritos de terror
y soy atravesada
por doscientos caballos que corren hacia el este
y trueno con la fuerza de doscientos caballos
sobre el cuerpo
que vendo
que he comprado
soy el metal
la mano que recibe
el paso lento y blanco que se pierde por
los árboles nobles de los campos
yo soy la multitud que observa muda
soy el peso sobre los hombros tiernos de las niñas
soy sus mantos azules
desgarrados
yo soy el cazador
yo soy el ciervo
y bramo hacia el oeste habitada por millones de voces de otro siglo
y caigo y me detengo muda sobre la hierba verde y viva
y sobre las pardas piedras muertas
y sobre los hombres
y crezco y me extiendo y conquisto
y soy
el norte y el sur
y estallo y todo estalla y todo permanece
Soy la bestia de dos espaldas
que muerde y que es mordida
la huella y el dolor
y la batalla
y el espacio que queda entre los cuerpos
Soy el latido
que bate y suena
los pasos que en el muelle
obedecen un ritmo que no escuchan
Soy el dios y la voz y el salmo
y el grito que se alza y que desciende
y el silencio que rompe y que subraya
Soy el reposo agitado de los cuerpos
la ciudad
la tierra húmeda