jueves, 29 de julio de 2010



<<"No hemos venido al mundo para cumplir las expectativas de los demás". Ni siquiera para convertir nuestra vida en cumplimiento de las propias expectativas.>>



martes, 20 de julio de 2010

quiet is the new loud







“y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía”

Julio Cortázar





la ciudad teje un manto de sonidos inútiles

rastros oscuros del vuelo de los pájaros

densas madejas grises


de los cuerpos

la estepa de las sábanas

nace un silencio blanco en el que habita

la música polar de los insectos

los chasquidos eléctricos

el estruendo azul de los glaciares

desplomándose dóciles al mar


estos gritos ahogados

devoran el rumor de las lenguas

destrozan la torre de Babel












"Tengo los ojos cerrados para ser capaz de ver".

J. M. Coetzee, La edad de hierro






Foto: Ezra Pound por Richard Avedon, 30 de junio de 1958






de pesos, dóndes y conciencias




Yo podría ser tu estepa rusa

ese nuevo lenguaje que no quieres







Tamaño: 41 KB en el disco (39.244 bytes)

Ubicación: Users/claramorales/Desktop

Creación: viernes 14 de mayo de 2010 00:57





viernes, 9 de julio de 2010

I. El mago




Ni siquiera es capaz de sostenerlas todas con una sola mano. Aquí el diez de picas, el dos de tréboles, la reina desparramada un poco más allá, algo doblada la esquina del ocho de corazones. La televisión tiñe fugazmente el cuarto en penumbra, demasiado temprano aún, dice papá, para abrir las ventanas. El ventilador agita la baraja que tiembla en las pequeñas manos de Luis. El ascensor, el truco del ascensor, tap tap tap y las cartas suben. Otra vez. Tap tap tap. No, falta un as. Tap tap tap, como si tratara de despertar tímidamente un cuerpo.

- Te he dicho que te vayas.

Las voces de papá y mamá siguen allí en el dormitorio. Luis levanta la vista, algo aturdido por no sabe qué extraño calor, y se concentra en el ratón y el gato, ah che vivere que bel piacere, que corretean por la pantalla.

-Yo no voy a aguantar esto, no tengo por qué aguantarlo. Vete.

En realidad lo único que tiene que hacer es colocar las cartas antes de hacer el truco, tres cartas cualquiera después del último as, y contar la historia. Es fácil, si es capaz de ponerlas en orden antes de empezar, sin que se note.

- ¿De verdad quieres hacerme esto? - ahora habla papá, Luis siente cómo vibra la alfombra bajo sus rodillas - ¿Quieres hacerle esto a tu hijo, eh?

Y la historia, que Luis cuenta bajito como cuando, en los cuadernillos de verano, rellena páginas interminables de sumas y más sumas, levantando el índice para recordar que hay que llevarse una. Tres ladrones entran a robar a un edificio. El edifico tiene cuatro plantas, por lo que deciden dividirse. El primero bajará al sótano, y Luis coloca la primera carta bajo el montón. El segundo irá a la primera planta, ahora hay que ponerla, cuidado, en mitad de la baraja. El tercero irá a la segunda planta, de nuevo hacia el centro, algo más arriba. Y el último se quedará vigilando en la azotea. Luis levanta la mano, la enseña, nada por aquí, nada por allí.

Alguien pasea nerviosamente por la moqueta, alguien abre una puerta con un leve crujido, alguien revuelve los cajones. Luis mira hacia el pasillo. Y ahora, cuando el ratón lanza el desatascador rojo al hocico del gato (Figaro, Figaro) llega la policía y el último ladrón da la señal de alarma: tap tap tap. Los otros tres ladrones corren hacia el ascensor sin saber si tendrán tiempo de escapar. La policía se acerca. Como las voces de papá y mamá, que se agitan ya camino del salón, “No es mi culpa, sabes que no es mi culpa”, “¿Ah, no? ¿De quién es, entonces?”. Papá continúa andando, apresurado, hacia la puerta de la calle y lleva la maleta. Hace tiempo que no van de viaje.

Entonces, justo a tiempo, el ascensor se abre y los ladrones (Luis levanta las cartas y las deja cuidadosamente sobre la alfombra blanca), as de picas, as de tréboles, as de diamantes, as de corazones, están en la azotea. Sólo hace falta un salto para que escapen de terraza en terraza. Tap tap tap. Ha funcionado.

Mamá llega al salón tras el portazo. Parece haber llorado. Luis se levanta de un salto, se tropieza como el gato que zas, cae escenario abajo, se planta delante de mamá, mira hacia arriba.

- Mira, te voy a hacer un truco, ¿vale?

Mamá se agacha y le abraza con tanta fuerza que Luis deja caer las cartas sobre el parqué. Mamá tiene las mejillas mojadas y casi le hace daño, él se deja hacer, quieto, muy quieto durante un buen rato (el gato y el ratón dejaron de correr, ahora hay anuncios). Ella tiembla y casi ríe. Entonces Luis, por si funciona, da golpecitos en la espalda de mamá, como si tratara de despertar tímidamente un cuerpo: Tap tap tap. Sólo por si alguien está escuchando, sólo por si funciona.




en equilibrio



El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que dependa de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento”.


Ricardo Piglia






el estruendo azul de los glaciares
desplomándose dóciles al mar





lunes, 5 de julio de 2010

El loco




- Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo...

La piel blanca del tierno joven blanco se funde contra el blanco purísimo del lienzo. En su mano izquierda sostiene una paletina del 20. Mantiene la derecha elevada por encima del hombro, el dedo índice y corazón extendidos, los demás ligeramente plegados en su palma. Mateo, el primero, el ángel, esperando a que el Mundo hable por su boca.

José alarga su mano más allá de las sábanas. A tientas da con el botón de play, que pulsa suavemente, y la música eléctrica rompe la luz grisácea de la calle. Suspira aún contra la almohada y canta, como bajo el agua, con una voz aguda de niñita. Do you don’t you want me to love you. Mateo sigue en pie ante su lienzo, inmóvil, mientras José se retuerce al ritmo de la música sobre el colchón barato.

- Quiero un cigarro. No nos queda tabaco, después de lo de ayer. Hay que bajar, Mateo, ¿quieres que baje?

Mateo, como única respuesta, sumerge las cerdas del pincel en el óleo negro y vuelve a levantarlo, como una lanza. La pintura comienza a deslizarse por su brazo, una sombra sobre la carne clara.

- Si estás pensando en anoche, no les hagas caso. Tú tienes más talento. Te tienen envidia, es eso. La exposición les ha jodido bien. Han visto que la tienen más pequeña que tú... ¡Putas!

Y suelta una carcajada, una sola, que flota brevemente sobre el cuarto. Luego se levanta, ágil, y pasea su desnudez oscura sorteando telas, bastidores, tarros con agua y disolvente (aquel olor a química pesada una noche en la que ya se había terminado todo), manchas de carbón, periódicos antiguos, colillas, ropa sucia. Llega hasta la espalda de Mateo, radiante junto a la ventana, se detiene y le abraza ferozmente, a zarpazos, un genio, eres un genio, rubio, lo sabes, al oído del cuerpo marmóreo de Mateo. La mano derecha abandona su santísimo gesto para apartar las caderas de José, el Justo, José el sirviente, la carne de José abandonada por su todopoderoso-Dios-hecho-carne, el cuerpo de José mediterráneamente pobre, tostado por el sol sucio del sur. I’m coming down fast but I’m miles above you.

- Esta es la peor ciudad de todas. Mira qué niebla, mira los edificios. Y las sirenas de los barcos, y los niños de Rachel llorando todo el puto día. ¡Aquí nadie ve ni oye! Pero - levanta un dedo en signo de advertencia - creo que aún queda popper. - Y suelta otra carcajada carnal que llena el aire.

A los pies de Mateo, sobre la madera vieja del piso, el muchacho del sur respira el líquido (esa breve sensación acuática, algo como nadar en un lago azul de Escandinavia). El brazo cimbreante ofrece el frasco y Mateo, el primero, el ángel, posa su mano santa sobre la cabeza rizada de José. Mientras, con la otra, traza una línea negra iluminada sobre el lienzo, un grito rompiendo la quietud de los canales, un barco naciendo en medio de la bruma.





viernes, 2 de julio de 2010




Recuerda los cimientos

flexibles como geishas

las cañas de bambú

sobre los terremotos



Recuerda la tormenta feroz contra lo estático


Abraza el agua nueva

los temblores

el movimiento eterno

del mundo sobre el mundo

el caos con que se tejen las estrellas